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Hace casi 20 años, en 2004, dentro del Congreso Eucarístico Internacional, este proyecto nació por iniciativa del padre Joel Ascencio, sacerdote católico, siendo él un apasionado del cine y con formación en medios de comunicación fue un visionario en el tema del cine con valores.
Así se le ocurrió una muestra de películas que, por su mensaje, pudieran tocar el espíritu de las personas de forma positiva. Con salas llenas, rápidamente fue un éxito entre la comunidad.
Desde el principio, el Padre Joel buscaba un ejercicio de reflexión que fuera hacia las personas más allá de su credo y religión, por lo que se vinculó rápidamente con distribuidoras, festivales y organismos que ayudaron a fortalecer su visión de crear un proyecto formal.
Muy rápido pasó de Muestra a Festival y así mismo con carácter internacional pues hay películas de varios países en cada edición.
Cada año se realiza un homenaje a la trayectoria y se ha reconocido a personalidades como Evangelina Elizondo, María Victoria, Joaquín Cordero, José Carlos Ruíz, entre muchos otros.
Gracias al apoyo de la Universidad del Valle de Atemajac y del Colegio Fray Pedro de Gante, el FIC Valores ha encontrado un anclaje académico que respalda a la institución.
De la misma forma, con el apoyo de las más importantes distribuidoras de México y España se ha consolidado un programa de películas que se estrenan a nivel nacional e internacional.
FIC Valores sigue creciendo y desde 2021 bajo la dirección del L.C.C. Herbey Eguiarte al frente del proyecto dando continuidad al objetivo del festival: llevar un mensaje positivo a la sociedad.
Promover la producción, presentación y consumo de un cine de calidad, que proponga cultura y valores universales, aquellos que hacen que el hombre sea más auténticamente hombre, libre, entregado, dialogante.
Brindar un foro a producciones que desempeñen una función social: la técnica cinematográfica nunca debe prevalecer sobre el hombre y sobre la vida sacrificándolos en aras de la creación artística.
Fomentar a través del cine, el diálogo y la comunión entre los hombres de distintas razas, lenguas, religiones, creencias, estrato social y formas de pensar, con total apertura y libertad. Se trata sí de cine espiritual, pero no clerical, ni cine de sotana.
Proyectar películas que no se reduzcan a la banalidad del sexo, la violencia gratuita o el simple hastío de la vida, invirtiendo fuerzas y energías para emprender una acción educadora, justamente a través de aquellas películas que presentan los signos de la calidad artística, de la conciencia humana y de la realidad interior.